sábado, julio 26, 2008

EL SIMBOLISMO DE LA ESCUADRA EN LA ANTIGÜEDAD

Mada

Hoy, dentro y fuera de la Masonería, encontramos algunos autores que otorgan un origen históricamente reciente a los símbolos y elementos iniciáticos de la Orden. Pero si profundizamos en el fluir de la historia y del pensamiento, observaremos cómo una cadena sutil prolonga a través de los tiempos, los símbolos, ritos y significados tradicionales, hasta hacerlos coincidir con el inicio de la civilización. El objeto que ocupa esta plancha es la escuadra, elemento de destacada importancia entre los símbolos de la Masonería, y a la cual encontramos repetitivamente representada en el arte y la liturgia egipcia, la filosofía pitagórica, los colegios de constructores romanos y los gremios medievales, de los que deriva directamente nuestra Orden.  

Para nosotros hoy, la escuadra, utilizada en las iniciaciones, en el emblema de la Orden y como joya distintiva de Venerable Maestro, preside junto al compás y al volumen de la Ley, la apertura de los trabajos, constituyendo las Tres Grandes Luces. Es el símbolo de la fijeza, la rectitud y la inexorabilidad de las leyes del mundo. Construida en madera o metal, con sus brazos de igual longitud, los cuales forman un ángulo de 90º, el cual corresponde a la cuarta parte de una circunferencia y a la mitad de un cuadrado, también es la mitad de la Cruz, la cual inscrita en un círculo representa astrológicamente al planeta Tierra, indicándonos con ello la dimensión material, fija y pasiva del Microcosmos, frente a la dimensión espiritual, móvil y activa del Macrocosmos que representa el compás.  

La escuadra nos permite trazar los ángulos rectos y las perpendiculares, uniendo así una línea horizontal con una vertical; es pues la unión de lo alto y lo bajo, el cielo y la tierra, la Cruz, al fin y al cabo. Símbolo de la materialidad terrestre, dentro de ella representa por un lado la lucha y la unión de los contrarios, pero por otro es fundamentalmente el símbolo de la Ley Moral, La Tolerancia, el Equilibrio y la Armonía que debe inspirar en el mundo toda relación humana. En la obra que sobre la piedra bruta debe realizar el iniciado, para poder transformarla en cúbica, la escuadra nos permite angularla y cubicarla perfectamente, para que así pueda ensamblarse junto con las otras piedras en el edificio simbólico que estamos levantando A La Gloria Del Gran Arquitecto Del Universo.  

Sin el uso de la escuadra, las piedras no tendrían estabilidad y esta labor sería imposible de realizar. Junto a las otras dos Grandes Luces, representa el arbor mundi de la Kábala, en cuya correspondencia representaría la columna de la Justicia. Si rastreamos su origen, podremos observar como ya aparece representada en Egipto, donde unos la asocian, junto con el nivel, al Demiurgo dios Ptah, y otros a su hija, la diosa Ma'at, la Justicia y la Verdad. Egipto, profundo en el pensamiento espiritual, pero alejdo del esquema filosófico del clasicismo griego, en cuanto que vive inmerso en un universo mítico, transformará los arquetipos, arcanos, ideas y misterios de la vida en dioses, pero será en cambio el origen de numerosos rasgos distintivos de la cultura occidental, especialmente en su dimenssión espiritual y esotérica.  

Para los egipcios, junto con la creación del mundo aparece una Verdad, una Regla Moral, un Orden, una norma genérica inscrita, un criterio de vida que hace posible la existencia del mismo, establecido por Osiris y Ra; estará representado por la diosa Ma'at la cual, junto a Thot (el Hermes griego), hace funcionar minuciosamente el mundo, conservando las relaciones que existen entre las cosas. Así, la colocación de los hombres y de los dioses en el universo depende de ella, lo mismo que las leyes, la justicia, la prosperidad, los impuestos, el poder político y religioso, y todo cuanto existe en la creación, en la cual Ma'at es, al fin y al cabo, el equilibrio y la rectitud necesaria para que el mundo no zozobre; unos y otros marchan según su norma, y hasta Amon-Ra, el dios más poderoso de Egipto, tiene garantizada su existencia gracias a Ma'at, a la cual pertenecen todas sus insignias protectoras.  

De esta manera Ma'at liga en sí misma de una manera indisoluble la existencia divina y las exigencias morales más profundas de la naturaleza humana, haciéndolas depender la una de la otra, en la medida en que son ambas expresiones de la Verad. Paralelamente integrada en una elaboración metafísica, Ma'at, como diosa, posee una particular iconología; bien la de una mujer sentada que lleva sobre su cabeza una pluma, destinada a escribir su nombre, bien la de un ojo, o también la de una mujer que porta una escuadra en la mano, o más simplificadamente sólo la pluma o la escuadra. Su lugar en el Templo egipcio estaba en lo más profundo del mismo, el lugar sagrado por antonomasia, el Sancta Sanctorum, lugar donde el faraón ofrecía los sacrificios a los dioses, entre los cuales la ofrenda a Ma'at era capital.  

La visión que los egipcios tenían de Ma'at es clara y a la vez sutil e indefinida. Para reconstruir ésta los modernos investigadores se han tenido que valer más sobre sus representaciones rituales que sobre lo que hay definido conceptualmente. Ma'at, hija del Demiurgo, se opone al desorden y al caos, del cual surge el mundo ordenado y visible de la creación. Para hacer perdurar este orden cósmico en lucha con las tinieblas, la diosa debe reinar sobre toda la creación. Esto no dependerá sólo y exclusivamente de las importantes ofrendas y del papel litúrgico del faraón en el Templo y la Sociedad, o del sentido de la Justicia que tenga como gobernante, sino que dependerá en gran medida de que cada hombre, a su manera y en su esfera debía, de acuerdo con sus posibilidades, someterse y conformarse a la Verdad, representada por Ma'at, que en tanto fundamento mismo del universo y de la vida, podía ser conocida personalmente por cada individuo en el interior de su corazón. Ello nunca sucedía como una actitud pasiva que se limita a no alterar el orden establecido, sino por el contrario, el hombre debía trabajar y participar activamente en lo prescrito, tanto en los deberes humanos y sociales como en el respeto de los preceptos religiosos. Ma'at se relaciona con la vida, fuerza fundamental del Universo, junto a la cual hace que el mundo exista. Un texto de la época reza:  

"A partir de ahora la Ma'at se da a aquél que hace lo que es amado, y la culpa a aquél que hace lo que es odiado.''  

El que sigue esta norma hace bien y será amado y favorecido por el cielo. El que hace lo contrario a Ma'at hace lo injusto, y por ello será odiado y condenado, en esta vida y en la futura. El hombre, libre para actuar bien o mal, encontrará a Ma'at y a su deber en fondo de su conciencia; sólo ella le ofrece una vida nomal y segura. Así pues, sólo sobrevivirá el que actúa según la rectitud, pero para saber si su comportamiento está de acuerdo con ella, debe apelar a la inteligencia y fundarse en la experiencia. La Ma'at, como regla moral, guía la conducta de los hombres, y como norma social es la reguladora de la vida judicial y política del país. Por ello el faraón es la imagen visible de Ma'at; el encargado de la justicia es el sacerdote de Ma'at y en el juicio de los juicios, el de los muertos, Osiris será llamado el "Señor de la Ma'at". El Faraón, intermediario entre el Cielo y la Tierra, también llamado el "pastor del país", era el protector de su pueblo, ya que era el responsable de coordinar las fuerzas naturales y sociales del mundo egipcio, garantizando así el bienestar de la humanidad a través de la defensa del orden cósmico, cuya esencia era la diosa Ma'at, la Justicia y la Verdad, en su triple sentido, Cósmico, Social y Etico.  

Uno de los capítulos más importantes de "El libro de los muertos", el 125, está dedicado al juicio del alma en una sala llamada las "Dos Ma'at", y en el cual el corazón es colocado en uno de los platos de la balanza, y en el otro hay una pluma o un ojo, ambos símbolos de la diosa, responsable en esta ceremonia final de velar para que el difunto fuera "Veraz de Corazón y Palabra". Ma'at, junto con Isis y Osiris presidían los misterios iniciáticos egipcios, de los cuales en gran medida derivan la mayoría de los misterios griegos y las religiones mistéricas romanas.  

Cambiando de escenario histórico, observaremos cómo para los pitagóricos el factor principal que definía los números en sus relaciones era el "gnomon" o escuadra, la cual, aplicada a los mismos en sus distintas combinaciones, permitía descubrir el sentido real que adoptaban, pemitiendo así conocerlos en su consistencia interior. El gnomon relaciona la unidad con el ternario, formando ambos el cuaternario. También el gnomon o escuadra formaba para los pitagóricos el llamado "Angulo de Equidad". La escuadra aparecerá posteriormente en los sarcófagos funerarios romanos, y en algunos frisos, como el de Pompeya, siempre asociada a los colegios de constructores de la edad clásica, de forma similar a lo que sucederá en la Edad Media y Moderna, donde su uso se extenderá al ámbito Heráldico y Arquitectónico. Todo lo que hemos expuesto aquí, nos induce a pensar en grandes áreas conceptuales de un símbolo tan capital como es la escuadra, al cual podemos fechar con bastante seguridad hacia el 2.500 a.d.c., rastreándolo hasta nuestros días. Tal vez como epílogo, y citando a Jean Saunier, podríamos decir:  

"La escuadra, nos enseña a dirigir nuestra vida y nuestros actos en conformidad con la regla masónica y a armonizar nuestra conducta con los principios de la virtud

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