domingo, febrero 19, 2006

¡LIBERTAD... IGUALDAD... FRATERNIDAD!

Este es el lema emancipador y regenerador de los masones. LIBERTAD, derecho inherente a la humana naturaleza, y que concede al hombre la facultad de obrar según los dictados de su conciencia, por lo cual es dueño y responsable de sus actos. La LIBERTAD tiene la Naturaleza por principio, la justicia por regla, por salvaguardia a la ley; sus límites morales están contenidos en esta sublime máxima que la Masonería coloca siempre en primer término: LO QUE NO QUIERAS PARA TI, NO LO QUIERAS PARA OTRO.—LIBERTAD PARA TODAS LAS RAZAS.—TODOS LOS HOMBRES SON HERMANOS. Este es también el lema de las sociedades que se proponen la abolición de la esclavitud. ¡Noble tarea que encierra uno de los más bellos ideales masónicos, la de borrar ese padrón de ignominia para la época moderna! Nada hay más hermoso y significativo que la libertad. Es la virtud que nos eleva al sublime ideal de perfección. Un hombre que sabe aprovechar la libertad con que vive, es un hombre perfecto. La libertad en el hombre significa la grandeza de sus aspiraciones, el impulso noble de sus deseos y la suprema condición de sus sentimientos. Es brújula que orienta la conciencia de los pueblos; ese código de justicia en los sagrados anaqueles de sus leyes. ¡Es la dignidad del hombre! La Masonería defiende la libertad del pensamiento, porque sin ella no puede haber civilización ni cultura, posible. Los masones defendemos la libertad del sufragio, porque es la piedra angular donde descansa la soberanía de toda nación. Defendemos la libertad de cultos, porque sólo con la tolerancia podemos darnos cuenta de la sinceridad de nuestra conciencia. Es por eso que los masones veneramos la libertad y nos consideramos "hombres libres y de buenas costumbres"; y por eso que, compenetrados de nuestros deberes y con la conciencia tranquila por nuestros actos, detestamos las tiranías y procuramos destruirlas con todos los medios a nuestro alcance. Los déspotas odian la libertad y tratan de destruirla completamente, porque es una especie de cilicio en sus conciencias obscuras y un verdadero obstáculo a la arbitrariedad de sus designios. IGUALDAD, se dice de la conformidad absoluta, de la ausencia completa de todo privilegio, de toda distinción de castas y clases entre los hombres, colocando a todos los ciudadanos en una misma categoría, en el concepto de los derechos y de los bienes. El sentido de esta palabra sólo se encuentra claramente determinado en las ciencias exactas, en las que expresa la relación que existe entre dos cantidades de las que la una no excede a la otra; pero en las ciencias morales y políticas aunque se emplea con frecuencia, esta palabra no ha sido rigurosamente definida. Ni la antigüedad nos ofrece nada que sea aplicable al presente, ni los legisladores de nuestro siglo han podido encontrar aún la fórmula para establecer esa IGUALDAD tan necesaria como de difícil si no imposible realización. La masonería reconoce que todos los hombres han nacido iguales y por tanto cree que no debe existir ninguna diferencia entre el que manda y el que obedece, entre el que produce y el que consume, entre el que paga y el que cobra, uno y otro formados por el mismo principio creador, compuestos de una misma materia, sujetos a las mismas afecciones físicas y a las mismas causas de destrucción, se parecen, según la expresión de un distinguido escritor, a los dos viajeros que parten del mismo punto, para llegar al mismo objeto, aunque por distintos caminos.

Respetando la posición, así como respeta todas las creencias de los hombres, prescindiendo de su raza y nacionalidad, a todos los cobija bajo el manto de la más dulce IGUALDAD; a todos los confunde bajo el cariñoso título de HERMANOS. El mérito, el talento, la sabiduría, la virtud y el trabajo, son las únicas distinciones que admite voluntariamente. Sin querer trastornar el equilibrio social, ni igualar las fortunas, ni despojar a los unos en beneficio de los otros, pero preocupándose por el bienestar de todos, reconoce que el hombre no puede ser venturoso si no tiene la seguridad de encontrar en su trabajo el pan cotidiano para él y su familia, y si no se le pone en plena posesión de todos los derechos que son inherentes a su persona. FRATERNIDAD, es la estrella de la vida, el penacho y la coronación de todo bien, porque hará renacer de nuevo en la tierra su poesía, ya hace bastante tiempo, perdida. Ella unirá como una nueva luz todos los rostros, desarrollando un majestuoso vigor en la raza. Mientras en el mundo haya poca fraternidad, todos seremos esclavos y viajaremos hacia el polvo de las tumbas. La nave del mundo navega en un mar de egoísmos y ambiciones fraticidas. El hombre es el lobo del hombre. Se ha proscrito el amor en la relaciones entre los hombres. No obstante, nuestro deber es tener fe en el porvenir, y para fortalecernos en la fe, para revivir la esperanza y para crear diariamente el amor, debemos levantar los ojos y confiar en la victoria del Bien sobre el Mal, por encima de todos los obstáculos, de todas las caídas, de todos los dolores, de todos los fracasos. La ley de la vida se cumplirá siempre hacia arriba, hacia lo alto y siempre hacia adelante. La masonería es una doctrina de fraternidad. Para los masones, la fraternidad es el lazo simbólico que nos une a todos por igual, en la superficie de la tierra. Por la fraternidad somos "uno para todos y todos para uno", que es el sabio apotema de la puesta de nuestros Templos, y es nuestra razón de ser en el concierto universal. Si el sentimiento de fraternidad no fuera parte de nuestra vida masónica, no seríamos capaces de repudiar el egoísmo, de hacer a un lado la vileza y de rechazar la ingratitud. Pero como tenemos un concepto elevado de lo que es la fraternidad, procuramos practicarla en su propio sentido y significación, persistiendo en nuestra obra, sin pensar en los obstáculos y sin retroceder en nuestros propósitos. Nuestro mayor afán es el perfeccionamiento de la humanidad, mediante la fraternidad cultivada perseverantemente entre los hombres. Nuestro credo es procurar que esa fraternidad se sienta como una fuerza de infinitas bondades, capaz de darnos la mayor felicidad y bienestar posibles. Nuestro vivo anhelo es sentir y practicar la fraternidad, que no se altere con las horas y las semanas rápidas, sino que perdure hasta el fin de los días.

Luis Umbert Santos

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