sábado, abril 09, 2005

LEO TAXIL: LA HISTORIA DE UN ENGAÑO

Por Hermes

"De todas las falsificaciones de la historia del mundo ninguna, seguramente, es más truculenta que la de Leo Taxil. " Así escribe Albert G. Mackey hablando de un antiguo alumno de los jesuitas y aventurero del siglo XIX, que primero fue un escritor antirreligioso y después un furibundo escritor antimasónico, pero quien más tarde demostró que avergonzó a la Iglesia Católica, al movimiento antimasónico en general y a todos aquellos que le de una forma u otra le apoyaron.

Leo Taxil era el seudónimo de Gabriel Antoine Jogand-Pagés, un pícaro librepensador que vivió en París durante el último cuarto del siglo XIX. Nacido en Marsella, en el seno de una familia católica y burguesa; desde muy joven mostró sus habilidades fabuladoras. Publicó que las aguas del puerto estaban infestadas de tiburones; centenares de marineros se lanzaron en busca de los escualos armados con arpones; todo era una falacia. Apenas era un adolescente y ya había dado que hablar. Renegó de su origen religioso y militó activamente en la prensa anticlerical siendo además confidente de la policía, delatando a los republicanos que conocía. Como librepensador rechazaba la autoridad y el dogma, sobre todo en el pensamiento religioso, estando a favor del racionalismo frente a la especulación.

W.G. Sibley, en la Historia de Francmasonería, un libro de 1913, publicado seis años después de la muerte de Taxil, lo describe como un ser "de talento, audaz, y que despreciaba tanto la religión como la decencia." Mackey es igualmente poco amable en su descripción. De él dice que era "descuidado con la verdad, dotado de una imaginación desbordada y una audacia excepcional." ¿Pero, quien era Leo Taxil y qué la relación tenía con la Francmasonería y el movimiento antimasónico? Leo Taxil primero apareció en escena en París e inmediatamente fue conocido por sus ácidas publicaciones anticatólicas. Esto no era extraño dada su afinidad con los grupos de librepensadores de aquél período. Su primer trabajo lo tituló "Los amores privados del Papa Pio IX", fundando luego un diario anticatólico, "El Anticlerical". Él fue uno de los pocos librepensadores que ganaron la reputación de ser "un enemigo peligroso de la Iglesia católica". Fue denunciado por la iglesia por tal motivo.

Así como la primera parte de la vida de Taxil no es muy conocida, asimismo es un misterio el motivo que le llevó a solicitar la entrada en la Orden Masónica y de su confusa admisión, sobre todo, en vista de su rechazo, como librepensador que era, a la sujeción de la autoridad organizada y a las obligaciones de los compromisos. Es de suponer que sus sentimientos personales anticatólicos le llevaron a creer que encontraría aliados en las Logias Masónicas. Quizás su actuación posterior nos deja entrever su premeditación. Nadie lo sabrá nunca con seguridad, pero en 1881 él presentó una solicitud en la Logia parisina "Templo del Honor", para ser iniciado en los Misterios Masónicos. Se relata que había alguna vacilación entre los miembros de la Logia sobre la aceptación de la petición de Taxil. Las objeciones fueron hechas por sus conflictos con las autoridades civiles, así como con la obsesión de sus publicaciones pornográficas y anticatólicas.

Sus opiniones apoyadas sobre el librepensamiento también presentaron dudas en cuanto a la seriedad de su deseo de afiliarse all Arte Real. Sin embargo, después del apoyo de sus patrocinadores, los reparos fueron dejadas de lado, y permitieron a Taxil acceder al Primer Grado. Esto es todo lo que Taxil progresó pues poco después de la acusación de alguna trasgresión Masónica (al parecer fue autor de una estafa en alguno de sus turbios negocios), fue irradiado de su Logia y prohibida su afiliación a ninguna otra, lo que le impidió adquirir grados adicionales. Lamentablemente, como los Francmasones debían aprender, el daño había sido hecho. Después de la expulsión de la Orden Masónica, Taxil se acercó inmediatamente a la Iglesia católica. Sorprendentemente, después de unos meses en un monasterio y de una confesión pública de pecados pasados, a Taxil le fue aceptada su vuelta a la iglesia.

Inmediatamente comenzó un ataque feroz y desmedido contra la Francmasonería, empleando el mismo vigor y energía la que él antes había reservado para atacar la Iglesia católica. Taxil simplemente había cambiado de objetivo pero no de método; el aliado anterior se hizo enemigo, y el enemigo se hizo el amigo. Desde 1885 hasta 1886, Taxil publicó una serie de panfletos anti-masónicos que publicó bajo el título general de las "Revelaciones Completas Sobre la Francmasonería". La serie era muy popular y Taxil disfrutó de prosperidad económica y se convirtió en una celebridad.

En este punto la historia toma aún otro extraño giro. La esposa de Taxil, la Señora Jogand, continuaba publicando y vendiendo los antiguos panfletos anti-iglesia católica de su marido, mientras que éste usaba su recién descubierto amor a la iglesia para publicar y vender sus publicaciones anti-masónicas. Con la retrospección histórica, es evidente que la singular pareja explotaba los miedos, odios, y las visiones miopes de todas las facciones implicadas. Taxil ingeniosamente jugó su papel y sacó ganancias de todas las cosas a toda la gente: él era el católico, pro-católico o anti-católico; el pro-masón y el anti-masón, según su propio interés personal. Las escrituras anti-masónicas de Taxil eran el producto de una imaginación fértil, animada por la iglesia y le reportaron éxitos financieros. Sus temas anti-masónicos estuvieron llenos de la adoración de diablo, el asesinato, la tortura, y aliñado todo con un comportamiento obsceno, espeluznantemente descrito. Traducido al alemán y a otros idiomas extranjeros, Taxil se hizo enormemente popular y obtuvo la atención favorable de la jerarquía dirigente de la Iglesia católica de Roma. Increíblemente, sus confusos, desordenadamente imaginativos y puramente ficticios relatos fueron aceptados por un público crédulo.

Los historias anti-masónicas de Taxil lo encumbraron y le proporcionaron pingües beneficios y mucha popularidad personal. En 1896 Taxil ayudó a organizar un gran congreso anti-masónico, constituido un comité anti-masónico central para tal fin Desde su nueva atalaya sus transgresiones anteriores contra la Iglesia católica parecían historia antigua. Él era fiel en su servicio a la iglesia y su revelación sobre la verdadera naturaleza de Francmasonería, que en palabras suyas adoraba al diablo, pocos eran capaces de levantar la voz pidiendo explicaciones; y si a alguien se le ocurría hacerlo, la petición de la prueba o la clarificación, recibía como respuesta "¿Que hace usted hace haciendo a tales preguntas que sólo sirven para darle ventajas a los Francmasones?." Tales explicaciones eran consideradas como satisfactorias.

Finalmente, el 17 de abril de 1897, el velo del engaño tan ingeniosamente tejido por Leo Taxil se levantó. La verdad finalmente resplandeció, no porque alguien la hubiera investigado o descubierto, sino porque salió por su propia cuenta y riesgo y de su misma boca. Aquel día, Taxil se dirigió una importante muchedumbre reunida en el salón de la Sociedad Geográfica de París, por lo visto para escuchar alguna otra diatriba anti-masónica, sin advertir o presagiar de cualquier otra cosa. Taxil admitió que los 12 años anteriores de escritos anti-masónicos eran completas invenciones suyas y "una gran broma pesada". Él alegremente declaró: "Mis Padres Reverendos, sinceramente agradezco a mis colegas, la Prensa Católica, y nuestros Señores, los Obispos, de haberme tan magníficamente asistido para construir un trabajo, el más fino y el mayor de todos mis engaños." La muchedumbre anti-masónica, que había sido requisada previamente de bastones y paraguas, u otra clase de arma potencial, a su entrada al salón aquella noche, después de haber escuchado al propio Taxil que admitía el engaño y su propia truhanería, se puso furiosa y obligaron a Taxil a salir precipitadamente por la parte trasera del edificio, fuga que, se descubrió posteriormente, ya había sido arreglada de antemano de forma secreta. La incredulidad dio paso a una cólera extrema. Un funcionario de la iglesia condenó a Taxil al infierno, pero por agravio comparativo, le permitieron, como en otras ocasiones, condenar su alma sólo a la vergüenza. Temiendo por su seguridad, o quizás debido a su ahora favorable posición financiera, Taxil y su esposa inmediatamente desaparecieron de la vida pública. Taxil era muy consciente de su vulnerabilidad desde aquel día y, de la observación de Shakespeare, que un " Hombre cierra sus puertas a un sol poniente."

Desde la perspectiva que da el tiempo, Taxil demostró ser una vergüenza para todas las partes implicadas. Su doblez dañó tanto a los Francmasones, como a sus adversarios, los elementos anti-masónicos que con tan gran fervor se tragaron sus ficciones. Taxil con infundadas acusaciones generó considerables sentimientos anti-masónicos. El hecho de que más tarde se hubiera retractado y admitido que su historia era falsa, nunca borró la mancha de las acusaciones originales. Después de tantos años, en nuestros días, algunos individuos ignorantes de los hechos, vuelven a contar las historias de Taxil como verdaderas. Hasta después de que él mismo admitió su falsedad, algunos individuos quieren seguir creyendo en ellas como historias verdaderas. Por la otra parte, aquellos elementos responsables de la Iglesia católica que tan profundamente fueron avergonzados por Taxil, aunque ellos sólo buscaban la verdad, con su propia ayuda involuntaria facilitaron el engaño enormemente.

Taxil logró avergonzar a todas las partes afectadas, y su admisión de culpa sólo reveló la credulidad del público, aprovechada por el sensacionalismo. Hay quien indudablemente aplaude la doblez de Taxil y afirman que las fuerzas y contrafuerzas implicadas consiguieron sólo lo que ellos mismo se merecían. Pero, más que los hechos reales o acontecimientos, hay una lección subyacente para ser aprendida de esta historia y es la que enfoca el elemento esencial de aquel concepto aparentemente nebuloso conocido como "la verdad". Ambas partes de esta historia estaban tan deseososas de encontrar a un aliado para apoyar sus propias posiciones respectivas, que estaban dispuestos a aceptar lo extraño como el hecho y lo improbable como lo posible, en lugar de tomar el camino más difícil, pero más satisfactorio, como es el de encontrar el rumbo hacia la verdad. El engaño, la hipocresía, y el fraude se hicieron compañeros de viaje. Al final, nadie salió victorioso.

(Publicado en enero de 2002)

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